jueves, 6 de mayo de 2010

Conquista y colonización

Es inútil asumir una postura positiva o negativa ante la historia de la colonización en América. Se habla de una colonización sangrienta y esclavizante por parte de los conquistadores españoles, una época de atrocidades cometidas en nombre de la Corona y la evangelización, pero también se habla de un grupo de hombres que hicieron un esfuerzo sobrehumano en traer la luz de la civilización a nuestro continente.
            Tales son los argumentos de la Leyenda Negra y la Leyenda Dorada, las cuales son evidentemente falsas pero, como pasa con todas leyendas, no dejan de tener su grano de verdad. El sueño de muchos de los españoles que vinieron a América, era el de poseer tierras y aprovecharlas sin tener que trabajarlas ellos mismos. Al instituirse las encomiendas, las reducciones y las reparticiones, resultó muy atractivo adueñarse de tierras y hacer que los nativos las trabajasen. Esto resultó en un trato cruel a la población indígena, la cual fue diezmada por el trabajo forzado y las enfermedades traídas del Viejo Mundo. La tarea de la evangelización también fue una imposición injusta sobre nuestros indios quienes no entendían por qué debían creer en nuevas deidades y obedecer a reyes de ultramar, bajo amenaza de muerte y esclavitud.
            Pero todas esas cosas fueron luego exageradas con el tiempo, hasta el punto de hacer surgir la idea de que España sólo vino a América con el propósito de aniquilar y esclavizar a los nativos para apoderarse y saquear el nuevo continente. Uslar Pietri sugiere que estas exageraciones o leyenda negra provienen de la visión que los europeos tenían de los colonizadores, o hasta de una campaña difamatoria en contra de los españoles. Otros, como Rómulo Carbia, colocan su origen en suelo americano para demonizar a la Corona española y justificar su lucha independentista.
            La verdad es que, aunque hay cuenta de hechos innombrables cometidos por los recién llegados, también hubo gente en el Viejo Continente que luchó contra la esclavitud y el sometimiento del pueblo indígena. Bartolomé de Las Casas fue uno de los primeros defensores de los derechos de los indios y precursor de los derechos humanos universales. Habiendo sido encomendero, conoció los maltratos dados a los nativos por los colonos que venían a América con ánimo de hacer lucro sin tener que trabajar. En varias ocasiones, los legisladores españoles habiendo escuchado los argumentos de estos defensores, emitieron leyes o Bulas solicitando un trato más digno a los nativos, aboliendo la esclavitud y concediéndoles igualdad de derechos. Para nuestra mala suerte, América estaba muy lejos, lo que creaba una imposibilidad para hacer aplicar esas leyes en la práctica.
            Hubo también gente que trató de justificar todo el proceso de la conquista, argumentando el derecho que tiene una civilización a someter a otra basada en su superioridad. Tal es el caso de Juan Ginés de Sepúlveda, estudioso del filósofo ateniense Aristóteles de cuya obra se basaba para justificar la tenencia de esclavos. Sepúlveda debatió frente a De Las Casas en el debate de Valladolid y aquél fue el más convincente ante la Corona y las autoridades religiosas, logrando la prohibición de las encomiendas y todo tipo de trabajo forzoso, y diseminando la idea de que “todas las naciones son libres”.
            Mientras todo esto estaba en discusión, se le abrían los ojos a los hijos de españoles nacidos aquí. Aquellos que con su esfuerzo y trabajo habían logrado construir comunidades prósperas, ahora querían saber quién tenía el derecho real sobre estas nuevas tierras. Después de muchas décadas, los colonos se comenzaban a preguntar si debían seguir siendo gobernados a través de leyes formuladas, con evidente desconocimiento de la realidad, por personas que jamás mostraron gratitud hacia aquellos que llenaron al imperio español de riquezas sin antecedentes habiendo recibido muy poco a cambio.
            Todos estos sentimientos encontrados, todas estas contradicciones, fueron el suelo fértil donde pudieron germinar las semillas de la ilustración y el liberalismo traídos desde Europa. Aquellos sueños de libertad e independencia que se fijaron en las mentes de esos colonos que ahora querían tener una tierra bajo su señorío.
            La historia de nuestro continente está llena de victorias y tragedias que nos hacen ser quien somos y que sin ellas no hubiésemos llegado a donde estamos. No se trata pues de juzgar las atrocidades cometidas durante la colonización, ni de celebrar la era de luz que nos obsequiaron los europeos con su llegada, sino de abrazar todo lo que sucedió, con penas y glorias, como un pasado que no podemos cambiar pero del cual tenemos mucho que aprender aún.

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